miércoles, 2 de mayo de 2007

La primera vez

Cuando yo tenía 19 o 20 años, un amigo al que siempre he querido muchísimo, me puso por primera vez un disco de Extremoduro. Acababa de salir y él andaba entusiasmado con esas nuevas canciones que me puso hasta la saciedad y que me dejaron totalmente alucinada. Allí nació mi pasión por ese grupo, y tuve la suerte de poder volver atrás y escuchar un montón de discos que me sonaron nuevos aunque hacía mucho tiempo que se habían editado. Años después, sería yo quien le pusiera un disco de Extremoduro a mi pomelo, y quien le llevara a un concierto que le dejaría con la boca abierta.

Y siempre pienso en ello y reflexiono sobre eso, sobre la primera vez, sobre el descubrimiento de un autor, un músico, un cineasta, algo que de repente nos alucina, nos encanta y nos abre las puertas al mundo privado del artista en cuestión, y a un montón de nuevas sensaciones.

Alguien dijo una vez que todos sabemos cuándo leímos "El señor de los anillos" por primera vez (bueno, al menos lo sabemos todos aquellos que lo leímos antes de la trilogía cinematográfica). Y es cierto. Esas primeras veces, esos descubrimientos, nos marcan. Recuerdo la primera vez que oí a Def con Dos, la primera película francesa que vi, el día que terminé de leer la Historia interminable, el día que leí y releí todos los pequeños episodios del Libro de los abrazos, o lo que me dijo mi padre cuando me puso en las manos Cien años de soledad. Pienso en Cocaine y en Eric Clapton, y en cómo la escuché y la volví a escuchar cuando era una niña muy pequeña y el riff característico de esa canción me daba pánico. Es curioso cómo recuerdo esas primeras veces a la perfección.

Y recordar esas primeras veces me da produce también una sana envidia. Miro a mi hermano menor (muy menor), o a mis hijos, y pienso que todavía les quedan por descubrir esos pequeños placeres. Pienso en el día que escuchen Extremoduro por primera vez, o que lean Alta fidelidad. Pienso en esa mirada nueva, fresca, que solo tenemos una vez al enfrentarnos a todas estas cosas. Nunca volvermos a mirar las cosas del mismo modo que esa primera vez. Pienso en la descarga eléctrica que es para nuestro cerebro descubrir. Y siento envidia. Pero también esperanza. Esperanza de acceder a nuevos descubrimientos, a nuevas cosas que hagan que mi mundo se tambalee también. No podré volver a escuchar a Extremoduro como si no les hubiese oído nunca, pero algo debe quedar por aprender. Bueno, algo... de hecho, todo.

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