viernes, 7 de diciembre de 2007

Ortografía

Hace unos días, el país cambiaba de diseño con una bonita campaña televisiva. Me encantan estas operaciones bikini que se hacen los periódicos o las cadenas de televisión para cambiar únicamente el grafismo de sus medios de comunicación. Sin embargo, el nuevo look del País traía un pequeño regalo, la inclusión de una vez por todas, de la tilde en el título del periódico. Por fin es EL PAÍS, con tilde, porque como indica el libro de estilo de este mismo periódico, las mayúsculas se acentúan. Y eso es un buen cambio.

Supongo que es deformación profesional, pero hay anuncios y programas de televisión que me ponen los pelos como escarpias por su mal uso de la lengua. Hace un tiempo, una cadena de gasolineras lanzó una tarjeta de fidelidad, con puntos y descuentos, a la que llamaron PORQUE TU VUELVES. Así, sin tilde, como si nada. Cada vez que veía el anuncio o entraba en una de las gasolineras de la marca, me ponía de los nervios.

Igual que se pone de los nervios el autor de esta gran página de Internet. A través de esta página, intentan que se nos meta entre ceja y ceja una noción tan básica como normalmente olvidada, que ti nunca lleva tilde. Y confieso que me encanta la iniciativa, porque mucha gente le pone tilde sistemáticamente y eso me enerva profundamente.

Se supone que tenemos que salir de la educación obligatoria sabiendo acentuar, y resulta que no, que salimos confundidos y sin recursos. Somos lo que escribimos, somos lo que decimos, somos lo que pensamos, pero cada vez tenemos más dificultades para articularlo todo de una manera correcta y coherente. Todos tenemos una responsabilidad con la lengua, y es la de usarla bien. Con el registro que queramos, pero bien.

Nos estamos volviendo locos

A un señor valenciano, Gas Natural le ha enviado una factura en la que algún graciosillo le había cambiado los apellidos por Gilipollas Caraculo. Así, Antonio Lo-Que-Sea, ha recibido una factura correcta, con todos sus datos, pero a nombre de un tal Antonio Gilipollas Caraculo.

Hasta aquí, una anécdota divertida y hasta entrañable. Gas Natural ya ha hecho todo lo que tenía que hacer, ha pedido perdón, ha abierto una investigación y patatín y patatán, y todo bien, y todo genial.

Pero resulta que el bueno de Antonio pide una compensación económica. No sé si a vosotros os suena igual de aberrante que a mí, porque a mí me parece un despropósito de los gordos. Antonio pide dinero por daños psicológicos y morales. Y yo, lo único que puedo pensar es que nos estamos volviendo locos, y nos dirigimos a todo gas a una sociedad como la estadounidense, donde todo es denunciable, incluso Dios o la naturaleza.

No quiero hacer demagogia al decir que hay cosas mil millones de veces más importantes que esta, aunque las haya, pero sí que me parece alucinante que hayamos llegado a un punto en el que convertimos todo en un negocio, y presuponemos una maldad en las acciones de todo el mundo. Un trabajador hace una broma, cambia los apellidos de un tipo en una factura y se olvida de borrarlos y corremos a denunciarle por ¡daños morales! como si en ello nos fuera la vida. A mí me parece como mucho anecdótico, y creo que no puede causar demasiados daños morales. Todo lo contrario, lo que causará será unas risas. Si yo fuera Antonio, enmarcaría la factura y la exhibiría en el recibidor.

Perdemos el sentido del humor a pasos agigantados y mermamos la comunicación en nuestra sociedad, ya que, ante la posibilidad de que nos denuncien por cualquier cosa, optamos todos por ser correctos, por no burlarnos de nadie, por no decir nada que se pueda malinterpretar. Vaya una mierda.