jueves, 27 de noviembre de 2008

Es curioso...

Ayer o anteayer, mientras cenábamos, veíamos las noticias. De repente, el presentador se puso serio, habló de un atraco y avisó que las imágenes que mostrarían a continuación podían herir nuestra sensibilidad. Acto seguido, la cadena emitió una grabación casera en la que un atracador salía de un banco, resbalaba en la calle, y al levantarse, la policía lo abatía a tiros. Fueron, en efecto, unas imágenes chocantes.

Dos noticias más allá, hablaron de la situación de algún país africano que sufre una epidemia de cólera. No hubo aviso alguno para mostrar escenas de niños desnutridos, personas muertas de hambre (aunque, eso sí, tapadas por mantas) y enfermos y más enfermos junto a ríos de aguas fecales en las calles de su poblado.

No es que la muerte de un atracador en plena calle no me parezca chocante, no me malinterpretéis, pero hiere millones de veces más mi sensibilidad ver cómo muere gente (300 muertos por cólera llevan ya) por una enfermedad erradicada en nuestro país, por falta de recursos para tener un alcantarillado en condiciones, por falta de tratamiento y agua potable, por no tener un buen estado físico, por no poder comer bien...

Es como mínimo curioso qué consideramos impactante y qué consideramos normal; qué contenidos nos parecen adecuados para un noticiero a las 9 de la noche y cuáles no.

sábado, 27 de septiembre de 2008

El lado lamentable del deporte

Yo no lo entiendo. Juro que no lo entiendo. A veces veo un espectáculo deportivo que se transforma, sin previo aviso, en un espectáculo triste, penoso y execrable.

Estoy harta de oír que hay que erradicar la violencia en el deporte, cuando a la hora de la verdad no se hace nada para conseguirlo. Me alucina, sinceramente, que no caigan sanciones ejemplares en ciertos momentos. Me alucina que por dopaje, un deportista pueda estar inhabilitado durante meses, pero que por insultar, ultrajar, menospreciar o hacer comentarios racistas no pase absolutamente nada. Me resulta increíble que uno pueda decir lo que le dé la gana de un árbitro o un juez sin que se le caiga el pelo.

Hoy he visto a dos niños llorar de miedo en un campo de fútbol. Y me parece lo más triste, lo más lamentable y lo más asqueroso que puede ocurrir. Que un niño tenga miedo cuando va a ver un partido de fútbol porque cualquier radical pueda entrar al campo e insultar, chillar y gritar lo que le apetezca, por no hablar ya de lanzar cosas.

Me alucina que no se le vete la entrada a cualquier recinto deportivo de por vida a una persona que, aunque existe una prohibición expresa y aunque lamentablemente hace años perdió la vida un chico, entre bengalas a un campo de juego. Me alucina que a la discoteca no te permitan entrar con según qué estética, y en cambio en el campo de fútbol seas bien recibido. Me alucina que los jugadores de todos los equipos (me corrijo, el 90% de los jugadores de todos los equipos) saluden a esos energúmenos como si fuesen unos aficionados ejemplares.

Hoy he visto este espectáculo lamentable, y después he sido testigo de otro espectáculo más lamentable todavía: un cruce de acusaciones para intentar esclarecer quién tenía la culpa. ¿Importa quién tenga la culpa? A mí me avergüenza ver esto como aficionada al deporte, y mis colores me los paso por salva sea la parte cuando se trata de que alguien pueda resultar herido, de que alguien pase un mal rato, de que alguien sufra una situación violenta. Qué triste es ver cómo se echan la culpa unos a otros en lugar de sentarse a ver cómo se puede solucionar.

Me resulta increíble que un jugador de tenis le pueda decir a una jueza que es imbécil y que es normal que todo lo haga mal porque es mujer, y que ese hombre continúe jugando como si tal cosa, sin que le caiga una sanción de seis meses de inhabilitación. Seguro que si su jarabe para la tos diera positivo, lo inhabilitarían de por vida.

Los medios para detener la violencia en el deporte están ahí, y están muy claros. Harían perder mucho dinero a mucha gente, pero están ahi. La violencia se soluciona negándole la entrada a los violentos, sancionando a cualquier jugador, directivo o entrenador que se permita insultar al árbitro o a cualquier compañero de profesión, cortando de raíz cualquier comportamiento inadecuado y sancionándolo como se merece. Y poniendo los medios necesarios para comprobar las acciones dudosas de los deportes mediante múltiples cámaras, que hagan que el árbitro o el juez confirmen o cambien su decisión.

Yo no sé vosotros, pero cuando yo jugaba a baloncesto, si le decía algo fuera de lugar al árbitro o a cualquiera de mis compañeras, me largaba al vestuario con una falta descalificante. Y si el público se ponía muy nervioso, el partido se cancelaba y se sancionaba al club anfitrión.

Y uno se aguantaba. El árbitro podía ser malo, pero tú no le decías nada porque era el árbitro, y le respetabas. Igual que a tu entrenador. Igual que a tus compañeras y a tus rivales. El juego es así, y a nadie le gusta perder, pero no por eso le perdías el respeto a nadie. Y si se lo perdías, sufrías las consecuencias.

Tanto hablar de la deportividad, deberíamos empezar por lo básico, enseñar modales y respeto a todos los implicados. Y cerrar filas, todos juntos, pasando de colores y de rivalidades, a la hora de enfrentarnos a problemas como el de hoy. Es muy triste.

viernes, 25 de julio de 2008

Las cosas claras

Ayer veíamos el partido de baloncesto de España contra Lituania, la preparación para los Juegos Olímpicos, todos juntos en el comedor. Àlex, que tiene ya casi cinco añitos y últimamente anda muy preocupado por el funcionamiento de las cosas, miraba interesado el partido. De repente, miró muy serio a su padre y le preguntó:

-Papi, en el mundo, ¿quién manda?

Su padre, para terminar rápidamente con la conversación porque el partido estaba reñido, le dijo simplemente:

-George Bush, Àlex.

E inmediatamente, mi pompón mayor, preocupadísimo, preguntó:

-¿Y George Bush es del Barça o del Madrid?

Mi pomelo y yo todavía nos estamos enjugando las lágrimas de risa. No hace falta que os diga que el pomelo le dijo seriamente que Bush solo puede ser del Madrid ;-)

viernes, 11 de julio de 2008

Europa o Guantánamo 2

¿Qué estamos haciendo? No sé qué es lo que nos pasa, qué cruza nuestras ociosas mentes de europeos bienestantes, qué nos empuja a comportarnos como auténticos "malparits" cuando se trata de inmigración.

No voy a negar que Europa sufre una inmigración masiva, pero tampoco puede negarse que la sufre por haber sido un continente colonizador que sigue manteniendo gobiernos de paja allá donde le conviene, cobrando aranceles inhumanos a los países más pobres y pagando la materia prima a precio de saldo en los continentes con menos recursos.

Visto así, está claro que el tema tiene mal solución, porque las empresas y los gobiernos no quieren dejar de tener beneficios, y si pagan más a esos países o les dan facilidades de comercio con Europa, van a dejar de tenerlos, o van a tener que gravar la diferencia de beneficios sobre los consumidores europeos, que evidentemente se rebelarán, y como son los que votan, eso no sería nada conveniente.

Pero, ¿nos da eso derecho a detener a un ser humano durante 18, repito, DIECIOCHO meses, sin juicio, sin derechos, en un limbo legal que nos hemos sacado de la manga? ¿No nos quejamos de Guantánamo y decimos que si hay motivos para detener, que detengan, pero con abogado y con los derechos garantizados, y si no hay motivos, dejen libre a la gente? ¿Qué estamos haciendo? ¿Cómo nos podemos permitir tratar a seres humanos de ese modo? Leo que nueve bebés han muerto en una patera estos días y me dan ganas de hacer algo indecoroso con todos los eurodiputados de sueldos de seis cifras y viajes constantes a diferentes puntos de Europa.

Por no hablar de los italianos, que están llevando su celo nacionalista a cotas solo vistas durante el período más negro de este continente, que, para los despistados, va de 1939 a 1945. Digo.

Ahora resulta que les están tomando las huellas dactilares a los gitanos, niños incluidos, según dicen ellos, para elaborar un censo. El hecho de aplicar cualquier ley, directiva, regla o lo que sea a un solo grupo étnico de la población de un país, es en sí mismo, bochornoso. Pero tal y como se está llevando a cabo, además es criminal.

Tenemos una declaración de los derechos humanos con la que nos limpiamos el culo, o en la que tendríamos que añadir algunas palabras para reformular las leyes y que se adapten a nuestra situación actual:

Art. 1 - Todos los seres humanos (que nacen en Europa) nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros (salvo que los otros sean gitanos, negros, árabes o estén demasiado morenitos y no puedan acreditar una solvencia demostrable).

Art 2 - 1. Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.
2. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía. (Este casi que nos lo cargamos entero, que da un poquito de rabia)

Art 3 - Todo individuo tiene derecho a la vida (pero no a conservarla), a la libertad (siempre y cuando se quede en el país en el que ha nacido) y a la seguridad de su persona (salvo que cometa el terrible e imperdonable delito de mudarse de residencia unos kilómetros más al norte o al oeste, entrando así en el territorio de los que somos un poco más iguales, un poco más libres y un poco más vivos).

Art 4 - Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre, la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas. (En esclavitud y servidumbre no están incluidos trabajar por un euro al día en los trabajos que nadie quiere hacer salvo pena de ser denunciados y repatriados al país que le dé a Europa).

Art 5 - Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. (Pero sí podrán disfrutar de una estancia de 18 meses con los gastos pagados en una institución estatal sin derecho a salir.)

Art 6 - Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica. (¿Los africanos tienen de eso?)

La declaración entera está en:

http://www.un.org/spanish/aboutun/hrights.htm

E iría bien que de vez en cuando la leyésemos, o que la imprimiésemos y nos la colgásemos en un lugar visible, para darnos cuenta de las veces al día que la usamos como papel higiénico, o que nos reímos de su mera existencia. Somos muy modernos y muy civilizados por firmarla en su día, pero como solo es una declaración, da igual que exista o que no. Que se lo digan a Amnistía Internacional...

Mierda de mundo, oyes.

viernes, 4 de abril de 2008

He creado un monstruo

Mi hijo Àlex miraba el otro día el DVD de Shrek 3. Me senté con él a ver el final de la peli, nos reímos mucho, comentamos un poco los momentos más interesantes y empezaron los créditos del final de la película.

Y en ese momento, me miró y me dijo:

-Mami, ¿nos quedamos a ver quién es el traductor?

Mi pomelo y yo todavía nos estamos riendo. Y es que el pobre está acostumbrado a chuparse tooooodos los créditos de las películas cada vez que vamos al cine para que su madre (controlada de cerca por trabajadores de la sala con cara de malas pulgas) pueda ver la ficha de doblaje que sale al final de todo, cuando ya han barrido todas las palomitas y los primeros espectadores en salir de la sala ya están cómodamente instalados en el sofá de su casa.

Como el pobre ya conoce (por nombre o personalmente) a muchos de los estupendos traductores que pueblan nuestras pantallas, le hace mucha gracia saber que esta película la ha traducido fulanito o menganita. Y aunque dudo mucho que entienda en qué consiste realmente una traducción (aunque ya me ha dicho que tiene ganas de aprender a leer y escribir para ayudarme a trabajar :-)), el pobre sabe que es algo muy importante. Al menos para su madre.

domingo, 9 de marzo de 2008

Nadie merece la muerte

Es de perogrullo, ¿verdad? Nadie merece la muerte. Nadie merece morir. Y sin embargo a veces parece que no, que no es de perogrullo. Abro un periódico, miro un programa de noticias, escucho la radio y parece que no, que nadie tiene clara esta verdad universal que sin embargo, todos damos por buena.

No hay excusa para matar a nadie. Ningún motivo es lo bastante bueno. Y punto. No me puedo extender más, porque es que no hay nada más que decir.

Y lo triste es que se usen las muertes, en España, en Israel, en Estados Unidos o donde sea, para hacer política, para echar leña al fuego, para enardecer a la opinión pública.

Una muerte es una tragedia siempre. Una fuente inagotable de dolor. No es un voto, no es un cheque en blanco para matar a otra persona, no es nada más que un vacío imposible de llenar.

No matéis a nadie, no deseéis la muerte de nadie, no la celebréis, no la pidáis. Una muerte es una muerte, y no la merece nadie.

martes, 4 de marzo de 2008

Idioteces varias

Volvemos a estar en campaña electoral. Y hoy más que nunca me sorprendo ante la falta de escrúpulos y de ideas de los políticos (ingenua que es una).

Dos partidos, dos, llevan como uno de sus lemas en campaña la frase "Aquí no cabemos todos". Qué bonito. No voy a entrar en discusiones éticas sobre la inmigración, porque creo que mi postura está más que clara, pero si me disculpan las mentes preclaras de estos dos partidos, voy a entrar en cuestiones prácticas, que parece que son las únicas que preocupan a la clase política.

Primero y primordial: ¿quién decide quién no cabe? Empezamos echando a los inmigrantes y después ya decidiremos si tampoco caben... no sé, los delincuentes reincidentes, los violadores y los homicidas. Repatriémoslos a todos a... Bueno, no sé, ya encontraremos algún país al que podamos enviar a todos los indeseables que nos queramos quitar de encima. Y después, según el partido que gane las elecciones, echemos también del país a los periodistas que no nos caigan bien, a los tertulianos... y vamos, ¿por qué no? Echemos del país a todos los que no sean del Real Madrid, que ya está bien de tener tantos miramientos.

O mejor, echemos solo a los inmigrantes que nos caigan mal, y a los que nos caigan bien o necesitemos para hacer esos trabajos que no quiere hacer nadie, pagarles cuatro duros y no darles de alta ni en la Seguridad Social, hagámosles firmar un papelito que digan que entienden y respetan nuestra cultura. ¡Qué gran propuesta! Un contrato mediante el cual se comprometan a dejar sus costumbres bárbaras y a adoptar las nuestras. Seguro que así conseguimos que se vuelvan todos blancos, rubios y con los ojos azules. Y a los que se nieguen a firmar el contrato, neguémosles servicios y derechos que tienen todos los demás ciudadanos. Venga, el que no se comprometa a hablar castellano (o catalán) en dos meses, no tendrá acceso a la escuela pública, ni a ayudas de ningún tipo, ni a la Sanidad. Qué se han creído...

Creer que alguien va a adaptarse a un país por firmar un papel es una de las idioteces más profundas que he oído últimamente. ¿Que lo hicieron los holandeses? Vale, los holandeses también tienen legalizadas las drogas, ¿a qué esperan para proponerlo? Una mala idea es una mala idea surja del país que surja. Y me parece mucho más inteligente la legalización de las drogas, qué quieren que les diga...

Para que la gente se adapte a un país solo funciona una cosa, el diálogo social, las políticas de acogida y la destrucción de los guetos que se organizan de forma natural en las ciudades. Cuando se escolariza a los niños extranjeros entre niños locales, cuando los vecinos reciben al recién llegado de una manera constructiva, cuando se tiene acceso a clases de idioma gratuitas, cuando en el trabajo no te explotan, ahí se empieza a sentir un aprecio y un apego por el país al que se llega. Que conste que esto no significa que los inmigrantes no deban hacer un esfuerzo de integración, que deben hacerlo, pero no se les puede forzar a ello, ni con un papel, ni negándoles derechos (que me parece un atentado contra los derechos humanos).

Y después el problema más práctico de todos. No paro de oír que hay que controlar la inmigración. ¿Alguien me puede explicar cómo? Para entrar a Europa en avión hay que pasar miles de controles, justificar todos tus movimientos en la comunidad y presentar el billete de vuelta. La inmigración que llegaba en aviones, principalmente desde América, ya no llega. Ya no vienen ni de turismo, porque los requisitos que se piden para pasear por la Sagrada Familia son tales que desaniman a cualquiera. Pero resulta que tenemos un continente sin fronteras, que además está a cincuenta kilómetros por mar del continente al que nos hemos dedicado a aplastar desde que el mundo es mundo.

¿Alguien me quiere explicar cómo vamos a evitar que lleguen inmigrantes africanos o de la Europa del este? ¿Vamos a poner vallas electrificadas por toda la costa? ¿Vamos a tener un policía en cada playa española? Los inmigrantes entran. Si los pillamos a tiempo, los repatriamos. Si no los pillamos a tiempo, tenemos gente dando vueltas por el país, la mayoría de ellos indocumentados a los que no podemos repatriar. Y los repatriamos y vuelven. Y van a volver, y van a seguir llegando.

La única solución es tener una excelente relación con los países de origen para poder establecer políticas conjuntas para evitar la inmigración. Invertir en los países de origen para conseguir que poco a poco la gente deje de venir.

Hace unos días oía a un fotógrafo, el fotógrafo que tomó las fotos de los bañistas de las playas canarias socorriendo a la patera que había llegado a la costa, emocionarse y con voz quebrada decir que no entendía que ciertos políticos hicieran negocio con ese drama humano.

Yo tampoco lo entiendo. Ni desde un punto de vista práctico, ni mucho menos, desde un punto de vista ético. Nadie se juega la vida por nada, nadie llega a la costa con hipotermia, desnutrido y al borde de la muerte, para joder a nadie. Y si no cabemos todos, hagamos lo posible por encontrar el sitio donde quepa la gente que no tiene nada. Que, por cierto, en mi modelo de país, siempre tendría un lugar.

viernes, 25 de enero de 2008

De la libertad de idioma

Es curioso como cada vez que hay un conflicto en Catalunya, los más indignados, los más airados, los más lividos y los más ruidosos son aquellos que no viven en Catalunya. No paran de gritar que se rompe algo, o que falta solidaridad o libertad o lo que sea que toque que falte en ese momento. No paran de verter visiones apocalípticas sobre nuestra situación y nos auguran un descenso moral, económico, ideológico o del tipo que sea. Día tras día, envenenan a todo aquello que quiera escucharles y hacen que después, cuando la gente viene a Catalunya, nos miren sorprendidos y nos digan: "Vaya, pero si aquí no pasa nada".

Para aquellos que no lo sepan, los catalanes no tenemos problemas de identidad. Tenemos diferentes maneras de sentir nuestra identidad, diferentes maneras de vivirla, sí, pero no tenemos ningún problema. Aceptamos que la gente hable una lengua diferente a la que usamos nosotros en casa, sea esta cual sea; aceptamos también que alguien sienta unos colores diferentes a los nuestros, sea en el campo futbolístico o en el patriótico; aceptamos, sin más, que la gente es diferente, diferente de otra gente, viva en su misma ciudad, en su misma provincia, en su mismo país o en su mismo planeta.

No hay problemas por el tema de la escolarización. Los niños aprenden tres o cuatro lenguas en el cole y salen hablando perfectamente castellano y catalán (sea cual sea su lengua materna) y con un buen nivel de inglés o francés. No encontrarán un solo catalán que no hable castellano, aunque sí que encontrarán muchos casos inversos.

He oído hablar estos días de libertad para escoger. Curiosa libertad esa que es selectiva. Curiosa libertad que nos quiere permitir elegir nuestro idioma de escolarización, pero nos quiere imponer la religión.

La situación en Catalunya es tranquila. No nos sacamos los ojos por hablar idiomas diferentes. Tenemos la escolarización en el idioma más desprotegido, el que solo usa un 40 por ciento de la población de Catalunya, lo que significa que, a grosso modo, seis de cada diez niños que van al colegio son hablantes de la lengua mayoritaria, a los que les va muy bien tener un contacto con la lengua minoritaria que de otro modo no tendrían. Y lo curioso es que mi hijo, de cuatro años, con solo año y medio de escolarización, viviendo en un ambiente totalmente monolingüe, habla perfectamente los dos idiomas oficiales, sin vivir ningún trauma por hablarlos, sin concederle ningún valor político o sentimental a ninguna de las dos lenguas. Habla conmigo un idioma y con algunos amigos suyos, otro. Canta en un idioma, ve las películas en dos y empieza a recitar preciosas poesías en un tercer idioma. ¿Problemas? Ninguno. Todo son ventajas.

La demagogia es peligrosa, pero lo es más aun cuando es mentirosa, alarmista y xenófoba. Aquellos que proclaman la libertad de decidir son los mismos que en otros casos niegan cualquier posible autodeterminación, niegan la libertad de decidir en otros temas más sensibles, más delicados e infinitamente más complicados.

Dejen que nuestros hijos sigan aprendiendo a hablar idiomas, sigan viviendo su bilingüismo con la maravillosa naturalidad con la que lo viven ahora. No generen problemas que no son tales. Vengan a vivir un par de años a Catalunya y comprueben de primera mano que los conflictos no existen, que somos una gente curiosa, que celebra las derrotas, que baila con las manos cogidas y que monta castillos humanos para llegar más alto. Y que somos prácticos y tan discretos que no nos peleamos por cosas tan íntimas como los sentimientos, las filiaciones o la manera de expresarnos. Nos respetamos tal y como somos, aunque a otra gente le cueste hacer lo mismo.