jueves, 15 de marzo de 2007

Falta de respeto crónica

A veces miro las noticias y me pregunto si estamos todos locos. La gente sufre una falta de respeto crónica por las decisiones ajenas, y no me refiero únicamente a los políticos, que son los grandes maestros del arte de faltar al respeto.

Últimamente cada vez que se aprueba una ley, o se da el visto bueno a una resolución que da más derechos a ciertos colectivos, sin afectar para nada los derechos del resto de la población, la gente que no pertenece a esos colectivos pone el grito en el cielo, critica, insulta y desacredita. Las decisiones que atañen a un cierto colectivo, las debería tomar ese colectivo, no toda la sociedad, y mucho menos aún si esa decisión no nos influye en absoluto.

Pienso en el matrimonio entre homosexuales, en toda la gente que se opone y a la que le parece una inmoralidad. Pero a ver, ¿ustedes son homosexuales? ¿Van a casarse con alguien de su mismo sexo? Pues entonces no molesten. Que un colectivo al que no pertenecen tenga un derecho más a ustedes no les afecta. No se les ha recortado ningún derecho, ningún privilegio a ustedes. Así que no tienen por qué opinar.

Ayer por la noche fallecía una señora que tras diez años encadenada a una cama y a un aparato para respirar, pidió que la desconectaran. Y otra vez las voces de aquellos que no tienen una enfermedad grave, ni están en estado vegetativo, ni totalmente paralizados, se alzan para desacreditar a quien lo permitió, a quien lo pidió y a todo aquel que lo apoya.

Cuando llegue su hora, señores, aguanten hasta el final y no pidan jamás renunciar a un tratamiento, pero dejen que los demás decidan lo que van a hacer con su vida. Nadie nos obliga a tomar un medicamento o a operarnos, aunque el resultado de no hacerlo sea la muerte, y sin embargo quieren ustedes obligar a una señora que no puede quitarse el tratamiento por sí misma a resistir todo el tiempo que pueda.

No lo hagan ustedes, no lo aprueben si no quieren, pero dejen de molestar, dejen de cuestionar, dejen decidir. Cuando una decisión afecta a otros a quienes no conocemos, y de quienes no sabemos nada, ni siquiera la situación por la que están pasando, lo más inteligente es escuchar más y hablar menos, y darle el protagonismo al verdadero protagonista de la historia.

2 comentarios:

xosé castro dijo...

Lamentablemente, esto pasa por no haber reformado nuestra precaria y feble Constitución en su momento. Fue una Constitución para salir del paso y cumplió un excelente papel, pero no es precisamente la Constitución de un país avanzado con su clara separación de poderes. El no haber hecho la separación de poderes como es debido constituyó aquellos polvos de los que luego salieron estos lodos: los obispos —para vergüenza pública de creyentes y no creyentes— salen a la calle por primera vez en su historia para manifestarse no contra la guerra, los abusos sexuales contra menores cometidos por sacerdotes en los Estados Unidos y otros países... sino contra el matrimonio homosexual.

Hay que acabar con el concordato para que estas cosas pasen, pero las pancartas de las manifestaciones se paguen con dinero de la Iglesia y no con un poquito de mi dinero, para colmo.

Paula dijo...

En eso justamente pensaba yo ayer, mientras leía el artículo de Almudena Grandes en El País Semanal. Ahora nos indignan cosas totalmente ridículas, y la gente pide que rueden cabezas por idioteces, cuando las cosas realmente importantes no les hacen mover un dedo. No es indignante que mueran miles de personas de hambre al día, ni que el planeta se dirija inexorablemente a la destrucción, ni que haya países con arsenales nucleares capaces de devastar varios sistemas solares. No, lo indignante es que haya personas que quieran casarse, personas que quieran elegir su muerte, personas que quieran expresar sus ideas.

Pues sí, estoy de acuerdo. A mí no me importa que la institución de la Iglesia, como institución privada que es, haga lo que le dé la gana. Defiendo su derecho a hacerlo. Pero no desde la posición en la que están ahora, no con dinero público.