miércoles, 14 de marzo de 2007

Amarguras del teletrabajo

Tú trabajas en casa. Y eso es una suerte, no nos engañemos. Es una suerte porque si te hartas, decides desconectar media hora y ver la tele, escuchar la radio, o bajar a comprar el pan. Nadie te pregunta qué haces, ni cuándo volverás, ni por qué has decidido dejar esa traducción tan complicada para después.

Es una suerte porque si el niño está enfermo no hay que llamar a nadie, ni hay que hacer malabares con los horarios para poder llegar a todas partes. Puedes ir a todas las fiestas del cole, ir a comprar por la mañana, cuando hay menos gente en todas partes, desayunar leyendo el periódico y un sinfín de cosas más, todas igualmente fantabulosas.

Sí, pero es que tú trabajas. Y eso es algo que la mayoría de gente tiende a olvidar. Que trabajas. Y que quizás puedas irte a tomar un café, pero eso quiere decir que el trabajo lo tendrás que hacer en otro momento.

Cada vez que me reúno con otros traductores autónomos, todos nos quejamos de lo mismo. De la pareja que te dice: "Pero bueno, ya irás tú a buscar/comprar/pagar/arreglar eso, ¿no? Total tú estás todo el día en casa." O del amigo que exclama sorprendido: "¿Por qué tienes la casa tan desordenada? Con las horas que pasas en casa seguro que encuentras un momento para arreglarla." Nadie entiende que uno trabaja, que el trabajo tiene que hacerse igualmente, y que flexibilidad horaria no quiere decir que no haya que hacer nada, sino que tiene que hacerse en un horario que no se especifica.

Los comentarios de la gente son abundantes y eternos. Por teletrabajadores y por traductores sufrimos una incomprensión igualita a la de Calimero. Una señora me preguntó un día si trabajaba en casa. Al decirle que sí, me preguntó si... ¡cosía! Cuando le dije que traducía me miró como si fuese marciana. Otra señora, más entrañable y cercana, me preguntó por qué trabajaba tanto. Cuando le contesté que para pagar el piso y la comida, me respondió muy sorprendida: "Ah, ¿te pagan por eso? Yo pensaba que lo hacías para estar entretenida, como pasas todo el día en casa..."

Cualquier teletrabajador, o cualquier traductor, explicará la misma historia en otras versiones.

Pero lo más triste es la incomprensión en casa. Cuando te llama tu pareja y te pide que, por favor, eso sí, le hagas una gestión, salgas a comprar no se qué, llames a no sé dónde... Tú le contestas que no puedes, y él/ella, se empeña en que lo que pasa es que no quieres. Y ya puedes intentar explicarle que no estás viendo a Ana Rosa y sus amigos, ni estás haciéndote la manicura francesa, ni siquiera estás en internet leyendo el Mundo Deportivo. No. Tú estás traduciendo un aburridísimo documental sobre la ciencia milenaria de hacer burillas con una mano mientras con la otra se conduce un carro, y llevas tres horas intentando encontrar sinónimos de "moco". Ayer te quedaste despierto hasta las tres de la mañana ideando nuevas maneras de decir "meterse el dedo en la nariz", y a las tres de la tarde tienes que entregar. Pero tu medio pomelo no entiende que no puedes hacer una gestión porque no puedes perder una hora de trabajo...

Mi pomelo me dijo una vez que aprovechara las mañanas para ir al gimnasio. No puedo reproducir lo que le dije porque hay niños en un radio de tres kilómetros, pero cuando a los pocos días se quejó de que no tenía horas para ir a correr, le dije de manera amabilísima, que lo hiciera de once a doce de la mañana, en medio de su jornada laboral. Desde entonces no hemos vuelto a discutir sobre mis actividades matinales, y siempre que me llama, antes de pedirme lo que sea que necesita, me pregunta, solícito, si tengo mucho trabajo ese día.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A mí no hay nada que me moleste más que me llamen para decirme que han dejado una lavadora puesta que que la tienda a secar. Brrr!

O los que llaman porque están aburridos en su trabajo y como tú estás en casa...

O quedar con alguien a las 7 y se te presenta a las 5. Total, como sé que estás en casa...

Y yo luego muerto de sueño y dándole a la tecla porque me he pasado el día con la colada, hablando por teléfono sobre si mañana me pondré la blusa fucsia o la camiseta gris y sacando cervezas para los colegas que vienen a pasar la tarde.