lunes, 9 de marzo de 2009

Sudaca


Debo ser una chica con suerte. O quizás más que suerte, lo que me pasa es cuestión de genética, una genética que me ha dado una piel blanca como la leche y un pelo y unos ojos tirando a claros. Sea como fuere, la cuestión es que nunca, jamás, en toda mi vida, había oído la palabra "sudaca" dicha con tanta mala fe ni con tanta virulencia.
No es que nunca la haya oído, no. A menudo mis amigos y yo bromeamos con el concepto, y muchos de ellos me toman el pelo con el calificativo. A mí no me importa. No tengo que demostrarle nada a nadie, y no me avergüenzan nada mis raíces, más bien todo lo contrario.
Sin embargo, el otro día oí la palabra pronunciada como el peor de los insultos, con un desprecio en la voz que me hizo sentirme totalmente aludida, aunque la frase no iba dirigida a mí.
No es que esperase mucho más de la persona que la dijo. Ni tampoco que me sorprenda que haya gente racista en el mundo. Es, simplemente, que por primera vez he sentido un desprecio que imagino que sufre constantemente mucha gente, cuya procedencia es más evidente que la mía. Y al sentirme violentada de esa manera, me puse a pensar en la gente que día tras día tiene que soportar eso, que tiene la piel oscura, un acento inconfundible, o unos rasgos muy marcados. Esa gente que no pasa desapercibida como yo, que es como un letrero luminoso que indica que son de otro sitio, de otro lugar.
Y lo he pensado mucho, porque ese comentario me hizo sentir mal, y yo tengo familia, he vivido más del doble de mi vida aquí, tengo amigos... Pero hay gente que no. Gente que tiene que vivir con eso todos los días de su vida, y además está sola, tiene a su familia lejos, hace años que no ve a sus hijos... Y viene cualquier imbécil y le trata como si fuera inferior por haber nacido mil kilómetros más aquí o más allá.
En fin, que además, no estuve rápida. Me quedé tan aturdida, tan agredida, tan sorprendida, que fui incapaz de decir: "Anda, sudaca como yo", que hubiese sido lo adecuado en ese momento. Y ninguna de mis amigas presentes cayó tampoco en la cuenta. Sònia me decía que de haberse acordado, habría gritado: "Sudaca de mierda como tú" ;-)
En fin, como siempre hay una de cal y una de arena, también hace unos días tuve el privilegio de hablar de mis países a unas personas interesadas, carentes de todo prejuicio, abiertas, receptivas... y terriblemente preguntonas. Eran 52 y tenían entre 5 y 6 años. Me hicieron dibujos y se comieron los alfajores y el dulce de batata como los manjares que son.