sábado, 27 de septiembre de 2008

El lado lamentable del deporte

Yo no lo entiendo. Juro que no lo entiendo. A veces veo un espectáculo deportivo que se transforma, sin previo aviso, en un espectáculo triste, penoso y execrable.

Estoy harta de oír que hay que erradicar la violencia en el deporte, cuando a la hora de la verdad no se hace nada para conseguirlo. Me alucina, sinceramente, que no caigan sanciones ejemplares en ciertos momentos. Me alucina que por dopaje, un deportista pueda estar inhabilitado durante meses, pero que por insultar, ultrajar, menospreciar o hacer comentarios racistas no pase absolutamente nada. Me resulta increíble que uno pueda decir lo que le dé la gana de un árbitro o un juez sin que se le caiga el pelo.

Hoy he visto a dos niños llorar de miedo en un campo de fútbol. Y me parece lo más triste, lo más lamentable y lo más asqueroso que puede ocurrir. Que un niño tenga miedo cuando va a ver un partido de fútbol porque cualquier radical pueda entrar al campo e insultar, chillar y gritar lo que le apetezca, por no hablar ya de lanzar cosas.

Me alucina que no se le vete la entrada a cualquier recinto deportivo de por vida a una persona que, aunque existe una prohibición expresa y aunque lamentablemente hace años perdió la vida un chico, entre bengalas a un campo de juego. Me alucina que a la discoteca no te permitan entrar con según qué estética, y en cambio en el campo de fútbol seas bien recibido. Me alucina que los jugadores de todos los equipos (me corrijo, el 90% de los jugadores de todos los equipos) saluden a esos energúmenos como si fuesen unos aficionados ejemplares.

Hoy he visto este espectáculo lamentable, y después he sido testigo de otro espectáculo más lamentable todavía: un cruce de acusaciones para intentar esclarecer quién tenía la culpa. ¿Importa quién tenga la culpa? A mí me avergüenza ver esto como aficionada al deporte, y mis colores me los paso por salva sea la parte cuando se trata de que alguien pueda resultar herido, de que alguien pase un mal rato, de que alguien sufra una situación violenta. Qué triste es ver cómo se echan la culpa unos a otros en lugar de sentarse a ver cómo se puede solucionar.

Me resulta increíble que un jugador de tenis le pueda decir a una jueza que es imbécil y que es normal que todo lo haga mal porque es mujer, y que ese hombre continúe jugando como si tal cosa, sin que le caiga una sanción de seis meses de inhabilitación. Seguro que si su jarabe para la tos diera positivo, lo inhabilitarían de por vida.

Los medios para detener la violencia en el deporte están ahí, y están muy claros. Harían perder mucho dinero a mucha gente, pero están ahi. La violencia se soluciona negándole la entrada a los violentos, sancionando a cualquier jugador, directivo o entrenador que se permita insultar al árbitro o a cualquier compañero de profesión, cortando de raíz cualquier comportamiento inadecuado y sancionándolo como se merece. Y poniendo los medios necesarios para comprobar las acciones dudosas de los deportes mediante múltiples cámaras, que hagan que el árbitro o el juez confirmen o cambien su decisión.

Yo no sé vosotros, pero cuando yo jugaba a baloncesto, si le decía algo fuera de lugar al árbitro o a cualquiera de mis compañeras, me largaba al vestuario con una falta descalificante. Y si el público se ponía muy nervioso, el partido se cancelaba y se sancionaba al club anfitrión.

Y uno se aguantaba. El árbitro podía ser malo, pero tú no le decías nada porque era el árbitro, y le respetabas. Igual que a tu entrenador. Igual que a tus compañeras y a tus rivales. El juego es así, y a nadie le gusta perder, pero no por eso le perdías el respeto a nadie. Y si se lo perdías, sufrías las consecuencias.

Tanto hablar de la deportividad, deberíamos empezar por lo básico, enseñar modales y respeto a todos los implicados. Y cerrar filas, todos juntos, pasando de colores y de rivalidades, a la hora de enfrentarnos a problemas como el de hoy. Es muy triste.