viernes, 27 de abril de 2007

La arbitrariedad

La semana pasada fuimos a conocer al hijo de mi amiga Vero. Fuimos a casa de sus suegros, comimos pastel, charlamos, escuchamos música y de paso les presentamos también a nuestros hijos pequeños, que ni Vero ni Dani conocían. Había mucha gente y la verdad es que fue una fiesta bonita y divertida. Y me hizo pensar un montón.

Conocí a Vero en primero de carrera. Las dos entrábamos en Traducción como segunda carrera, después de haber pasado un año, yo en biología y ella en psicología. Coincidimos en clase de portugués y nos caímos bien. Y siempre nos hemos caído bien. Sin embargo nunca hemos sido grandes amigas. Y la culpa de todo la tiene el tiempo, el momento, la situación.

Sé que no estoy descubriendo la sopa de ajo al decir que nuestros amigos nacen, sencillamente, de la casualidad. De coincidir una noche en una discoteca, o en la misma clase de preescolar. De asistir a las mismas clases, de vivir cerca, de jugar en el mismo equipo de baloncesto. Así hacemos amigos. Y es curioso, pero para que nazca una amistad se necesita que confluyan un montón de factores totalmente arbitrarios.

Cuando yo conocí a Vero, hacíamos cosas diferentes, frecuentábamos sitios diferentes y teníamos actitudes diferentes. Nos contábamos un montón de cosas en clase y nos llevábamos muy bien, pero nunca nos veíamos fuera de la universidad. Luego yo empecé a salir con un chico y ella se fue de Erasmus. Y seguíamos llevándonos bien, contándonos un montón de cosas. Pero nunca hemos sido amigas.

Cada vez que veo a Vero, pienso que en cualquier otro momento, en cualquier otra situación, podríamos haber sido amigas íntimas, pero nunca se han dado las condiciones necesarias para que lo seamos. Y me parece alucinante.

La amistad es algo arbitrario. Lo veo en los amigos que conserva mi pomelo, amigos de toda la vida que si conociera hoy no serían sus amigos. Lo veo en los amigos que tenemos, que salen de la variopinta cantidad de actividades a las que nos hemos dedicado. Amigos del baloncesto, amigos del trabajo, amigos traductores, amigos por correspondencia, amigos de la escuela. Amigos igualitos a nosotros y amigos tan diferentes que es increíble que seamos amigos. Amigos que no lo son aunque tendrían que serlo, y amigos que siguen siéndolo a pesar de que nunca habríamos creído que lo seríamos.

A veces ocurre. Y no es que sea algo que me preocupe, porque sigo viendo a Vero seis años después de terminar la carrera. No como grandes amigas, sino como buenas conocidas, pero por lo menos nos seguimos viendo. Y no lamento que nuestra relación no haya evolucionado hasta ser una verdadera amistad, porque sencillamente así ha sido, pero siempre pienso en lo curioso que es.

Sant Jordi

Me encanta la fiesta de Sant Jordi. Es la mejor fiesta del año, la más bonita. Porque, para empezar, ¿a alguien se le ocurre algo más hermoso que llenar las calles de flores y libros?

Te levantas por la mañana y las librerías del barrio han sacado mesas a la calle. Mesas que cubren de libros de toda clase, de las últimas novedades, de los libros que siempre se venden, de libros infantiles y de novelas baratas. Libros para todos los gustos.

Los niños de los colegios, las asociaciones, las ONG montan sus puestos de rosas. Rosas que compiten por llamar la atención por el motivo que sea. Rosas de colores, de papel, de caramelo. Rosas envueltas en tela de arpillera, en celofán, en cintas de colores.

Y de repente todo el pueblo, toda la ciudad, todo el barrio sale a la calle. La gente se apretuja, hojea los libros y le pregunta al librero cualquier cosa. Todos pedimos a amigos y conocidos que nos recomienden algo, o nos contamos qué libros hemos comprado y por qué motivo. Compramos libros para toda la familia, llevamos a los niños a comprar libros, nos tomamos un rato para ver, mirar y pasar miles de páginas, buscando algo que nos guste o nos sorprenda.

Los libreros catalanes venden el diez por ciento de los libros que venden en un año, en un solo día. Un millón de libros. Un millón de libros que se compran en la calle, en una fiesta. Un millón de libros en los miles de puestos callejeros en los que los libreros se afanan por ayudarnos. Todos nos dejamos llevar y gastamos más de lo que gastaríamos en libros cualquier otro día.

Pero lo mejor del día de Sant Jordi es el momento de llegar a casa y abrir las bolsas. El momento de sacar los libros que huelen a nuevo, a deliciosos papel y tinta. El momento de hojearlos con calma, de pasear la mirada por los lomos, de acariciarlos, de amontonarlos en la mesilla de noche. El momento de comprobar las buenas elecciones que hemos hecho.

Acaba de pasar una de las mejores fiestas que existen. Y lo curioso es que es una fiesta que podríamos celebrar todos los días. Cualquier día podemos entrar en una librería a curiosear, hojear y preguntar. Cualquier día podemos regalar flores. Y sin embargo es en Sant Jordi cuando salimos a hacerlo. Y quizás eso convierte el 23 de abril en un día tan mágico. El hecho de que no lo es en absoluto. Es solo un día corriente en el que compramos libros y flores. Y eso nos hace felices.

sábado, 21 de abril de 2007

El gol

Bien, no puedo resistirme. Si alguien vive en otro planeta y no ha visto lo que es capaz de hacer Messi con un balón en los pies, que lo mire ya aquí.

Yo soy futbolera de andar por casa, fanática únicamente del mundial de fútbol, que para mí es directamente el mejor espectáculo del mundo. Pero cuando una ve un gol así (y más aún si una es del Barça), se reconcilia con el fútbol y con el deporte.

El fútbol es un espectáculo. Que nos lo devuelvan. Que dejen de especular con los resultados. Que dejen de defender esperando el momento de ganar el partido en un contraataque. Que dejen que los jugadores jueguen y no trabajen tanto.

Ojalá ver un gol como este no fuese una anécdota y una noticia. Ojalá fuese así todos los fines de semana.

martes, 17 de abril de 2007

Idiomas

Al hilo de la polémica del vídeo de Telemadrid que comentaba ayer, me ha venido a la cabeza un excelente artículo de Manuel de España en El Jueves. En él decía que lo que debíamos hacer era entender de una vez por todas que nadie hablaba otra lengua para tocarnos las narices ni para hacernos la puñeta. Que la gente usa una lengua diferente a la nuestra porque es la suya, la que quiere y la que usa para expresarse.

Realmente, creo que en este país se peca mucho de no querer entender ese tipo de situaciones, a uno y a otro lado de la barrera, eso sí. Y algunos creen que el catalán, el euskera y el galego nacieron solo para molestar a los españoles, mientras que otros creen que aquellos que se sienten españoles les atacan directamente.

Así que a ver si aprendemos de una vez que nadie usa una lengua o tiene un sentimiento para fastidiarnos, y empezamos a intentar entender la situación en la que se encuentra el otro.

lunes, 16 de abril de 2007

Cerebros de tercera

No iba a comentar el escándalo del vídeo de Telemadrid porque no lo había visto y porque no soy muy dada a entrar en estos debates estériles sobre los sentimientos de cada cual, que son todos respetables y todos legítimos. Pero es que lo acabo de ver. Ahora mismo. Y la verdad es que me indigna que se haga una cosa tan maniqueísta, tan demagógica y tan falsa.

Yo no soy nacida en Catalunya. Nací en Argentina y allí viví hasta los nueve años. Y llegué a Catalunya a esa edad. Y fui al colegio. No tuve ningún problema. Y ahora tengo un hijo que va al colegio. Y habla castellano y catalán. Igual que todos sus compañeros.

Ese "documental" lo único que hace es desgranar falsedad tras falsedad. Es increíble que se pueda emitir una cosa de esas características en una televisión pública. Y es increíble que día tras día, mes tras mes, se mine la imagen de Catalunya, se ataque y se insulte a una región que, como todas, tiene sus particularidades.

Pero como entrar en un tema tan complicado como los sentimientos es difícil, me voy a ceñir a algunos puntos de este documental que me parecen absolutamente descabellados y ridículos:

  • El documental empieza por centrarse en la educación. Habla de los colegios y de las horas de castellano, y habla de las lenguas vehiculares de los colegios. Y personalmente creo que es una idiotez. Mi hijo tiene tres años. Va a P3. En casa hablamos en catalán. Una de sus abuelas habla castellano. Mi hijo habla castellano perfectamente. Igual que el catalán. Y tiene varios compañeros castellanoparlantes con los que habla en castellano, y compañeros catalanes con los que habla en catalán. Y a todos los niños les pasa. Que una escuela escoja una lengua vehicular no tiene nada que ver con que los niños aprendan o no aprendan otras lenguas. Particularmente si son lenguas que habla normalmente más de un 60% de la población. Porque lo que este documental no dice en ningún momento es que más del 60% de los catalanes son castellanoparlantes, y que sí, el catalán está en una situación de minoría (que no de discriminación) en Catalunya.
  • En el documental se comenta que algunos profesores no saben escribir en castellano. Sí, es cierto. Y otros no saben escribir en catalán. Y hay algunos que no saben escribir en ninguna de las dos lenguas. Por favor, seriedad. El problema no está en la lengua (que seguramente ese profesor que hace faltas no pudo aprender en el colegio, porque no olvidemos que no hace tantos años estaba prohibida) sino en la formación de los maestros y en su acceso al sistema público de educación. Maestros malos hay en todas partes, y seguro que hay maestros que hacen faltas en Ponferrada y en Lahiguera también (con todo mi respeto para los maestros de todas las comunidades autónomas).
  • Afirman estos pseudoperiodistas que en el patio se obliga a los niños a hablar catalán. No he oído memez mayor en toda mi vida. ¿Qué tenemos en Catalunya? ¿Colegios o campos de concentración? En el patio, los niños hablan el idioma que les da la gana. A veces mezclan lenguas. A veces hablan castellano. A veces hablan catalán. Y ninguna maestra les dice nada, faltaría más.
  • Otra osada afirmación es que se cambian los nombres de los niños para catalanizarlos. Bueno, pues igual en un colegio de Badalona ocurrió alguna vez, pero yo no conozco ningún colegio que lo haga. En el colegio de mi hijo María José sigue siendo María José y hay un Dawit, un Nizar y muchos otros niños que tienen, letra por letra, el nombre que sus padres eligieron para ellos. No solo eso, sino que además, entre los profesores y el personal de la escuela hay una Merche, un Benito y muchos otros miembros del personal con el nombre que siempre han tenido. No se me ocurre afirmación más estúpida, ya que todos tenemos amigos con nombres en castellano y en catalán, y conocemos Xavis y Javis, Annas y Anas, Josés y Joseps, Jorges y Jordis...
  • Uno de los entrevistados afirma que fue agredido por una pandilla de salvajes. ¿Qué pasa? ¿No puede haber indeseables en Catalunya? ¿Nadie ha agredido nunca a un vasco o a un catalán en Madrid? ¿No se agrede a la gente por razones imbéciles como el color de la piel, el idioma que habla, la nacionalidad o el nivel social?
  • Para ser profesor universitario en Catalunya hay que tener un nivel C de catalán. Bien. Un nivel C es el nivel equivalente a la EGB. Es un nivel básico que te permite un montón de faltas de expresión. Después de terminar el instituto tienes un nivel D. Para ser traductor de catalán, se te pide un nivel K. Hay un montón de profesores en las universidades catalanas que dan sus clases en castellano. Yo estudié traducción del inglés al castellano. Tuve alguna asignatura en catalán y en inglés, pero tuve unos doscientos cincuenta créditos o más en castellano. Mi facultad estaba siempre llena de alumnos extranjeros. La mayoría de ellos sentía curiosidad por aprender el catalán.
  • Las cifras de este reportaje hablan de que el 94% de los catalanes entienden el catalán. Bien, seguramente, tras tres o cuatro días de escucharlo, el 90% de los castellanoparlantes del mundo lo entenderían también. El 70% lo habla. Casi el 50% puede escribirlo. No han dicho en ningún momento cuánta gente lo usa. Decir que como un 94% de la gente lo entiende no es un idioma que está en minoría vuelve a ser una memez. Que conste que yo no soy de las que solo habla catalán y que nunca se pasa al castellano. Yo hablo castellano, escribo castellano, trabajo con el castellano. Pero me parece de cajón que lo importante de estas cifras tendría que ser cuánta gente lo usa en realidad. Y me temo que entonces la cifra cae espectacularmente.
  • Otra cosa totalmente ridícula es el tema de la información del tiempo. Solo dan la información del tiempo de Catalunya y después informan en general de la información del tiempo en toda Europa. Veamos. ¿En qué lugares se ve la televisión catalana? En Catalunya, el País Valenciano y las islas Baleares, exactamente las zonas cuyas condiciones atmosféricas se describen. El programa del tiempo de TV3 es un programa excelente, divertido y ameno, que además nos da una información precisa sobre las temperaturas que tendremos. No me gusta ver el tiempo en otras cadenas porque ponen un símbolo encima de toda Catalunya, y la verdad es que las temperaturas varían un montón de un pueblo a otro. Lo que no dicen en este documental es que antes del tiempo de Catalunya, en el programa de noticias de las comarcas, solo dan la información de la provincia de Barcelona (bueno, en el resto de provincias dan la información de esa provincia, claro). No he oído a nadie de Lleida quejarse de que los barceloneses no nos enteremos del tiempo que hace en Lleida en el Telenotícies comarques.
  • También se habla largo y tendido de ser español. Se habla de que hay gente que no quiere ser española. Bien, pues están en su derecho. Aquí viven italianos que se consideran italianos, no españoles ni catalanes. Mi madre es uruguaya y siempre lo será. Y si Joel Joan o Miki Moto se sienten catalanes, pues bien por ellos. Me parece indignante que alguien intente forzar a la gente a sentirse de un modo u otro. Que ellos se sientan lo que quieran, yo me sentiré lo que me dé la gana, y usted, señor guionista de este documental, sienta también lo que quiera. No se puede criminalizar a nadie por sentirse lo que le dé la gana. Mi amigo Niall se siente galés, no se siente británico, no se siente inglés. Está en su derecho.
  • El último punto que quiero comentar es el del doblaje al catalán. Se usa el argumento de que la industria está en contra y un buen hombre explica que las películas en catalán no recaudan lo mismo que las películas en castellano. A ver, ¿no estábamos afirmando que el castellano era una lengua vapuleada y discriminada en Catalunya? Pues ahí tienen ustedes. Las cifras no engañan. No es rentable doblar en catalán, porque la gente no va al cine en catalán. Las hordas de nacionalistas fanáticos que flagelan a cualquiera que hable castellano por el centro de la ciudad no van al cine. El 94% de personas que entienden el catalán no se mete a presión en las salas para defender la lengua. La gente habla más castellano que catalán y va al cine en castellano más que en catalán. Y los mismos autores del documental lo han demostrado con sus entrevistas.

Sinceramente, no entiendo la polémica. Lo más hermoso del mundo es comunicarse, sea en la lengua que sea. A menudo pienso en los poderes de los superhéroes y pienso que el único poder que me gustaría tener (bueno, además de ser Elastigirl y poder abrir la nevera desde el sofá) sería el de hablar todas las lenguas del mundo. Negarse a conocer, apreciar y aprender el catalán es obtuso. Es un crimen desaprovechar la increíble oportunidad de conocer otra lengua y de consolidarla lo suficiente para poder usarla.

Pero con todo, el crimen más grave está en intentar dar una imagen distorsionada de una gente a la que se empeñan en llamar compañeros o compatriotas, pero a la que tratan como otra cosa. Esos son los verdaderos ciudadanos de segunda, aquellos a los que se difama, se calumnia y se insulta, sin darles la posibilidad de defenderse.

domingo, 15 de abril de 2007

El juicio final

Justicia cegata

Cada cierto tiempo se publican noticias como la que hemos estado escuchando y leyendo estos días, sobre niños que son acogidos por familias que los tienen, a veces durante años, y que después pierden la custodia en favor de los padres biológicos que les habían maltratado o que no habían podido hacerse cargo de ellos. Los niños empiezan entonces un periplo por centros de acogida y orfanatos, vuelven con sus padres biológicos, y en la mayoría de los casos, al cabo de unos meses vuelven a pasar a disposición de la comunidad de turno, y a vivir en orfanatos y centros de acogida hasta que les vuelven a encontrar una familia, o hasta que les obligan a volver con sus padres biológicos otra vez.

Cada vez que oigo estas noticias, me pongo frenética. No puedo evitarlo. Me supera. Estoy harta de que se protejan los derechos de los adultos en detrimento de los de los menores. Ya basta. Ya va siendo hora de que legislemos para proteger a los niños, de que les demos oportunidades a los peques que han vivido situaciones traumáticas o de desprotección. Ya va siendo hora de que nos ocupemos de los niños y de su bienestar, en lugar de ocuparnos de términos y conceptos abstractos y morales que no le hacen ningún bien a los menores.

Con esto no quiero decir que una madre o un padre que ha tenido la desgracia de pasar por una enfermedad mental, una adicción o cualquier otro problema, no pueda volver a ver a sus hijos (aunque sí que estoy más a favor de ello en los casos de niños maltratados), sino que estos niños puedan rehacer sus vidas sin estar pendientes de que sus padres biológicos hagan lo propio. Los niños tienen que ir a vivir con una familia que les quiera y les apoye, y la ley tiene que asegurarse de que los padres biológicos, una vez recuperados, puedan visitar a sus hijos y volver a tener una relación con ellos. Pero no que vuelvan a tener la custodia. No puede ser que los niños tengan que volver a vivir el trauma de una separación, la inseguridad de un nuevo ambiente y en general, toda la desestabilización que supone cualquier cambio en la rutina de un menor.

Basta ya. Las leyes de adopción y acogida deben cambiar lo antes posible, para evitar que casos como estos se vuelvan a repetir, y para permitir que todos los niños que están por ahí, solos, viviendo en orfanatos, sin familia, puedan encontrar, lo más rápidamente posible, alguien que les quiera y que les dé lo que nadie más puede darles. Tenemos que empezar a proteger y a apoyar a los niños, que nunca son culpables de lo que les pasa, pero son siempre los primeros en sufrir las consecuencias de las acciones de los adultos.